No sé si es el calor el que no me deja pensar o el simple hecho de estar en ausencia, sentado en la nebulosa insidiosa y oculta que ruega por emerger. Una melodía que rellena el vacío se une a otras raras huellas que andan sueltas corriendo por la senda sin final. Cierro los ojos por sólo un instante; la duda explota y se deshace en pequeños añicos que caen esparcidos, otra vez en la no-presencia. Si sólo supiera quien sabe qué. Paz.
Y se prende y apaga repetidas veces al son del compás aunque sospecho que no lo escucha; yo sí, únicamente es mi persona escindida quien lo escucha pero no sabe qué. No pude con la curiosidad y me asomé viendo así que eran cinco y que ya estaban por acabar. Entonces sembré el desconcierto que se hurtó vilmente de unas cuantas respuestas que nunca tuve. Frases cortas, breves y claras. Como las de aquel escritor inglés que se anticipó al ahora.
Caracoles perdidos que no dejan rastro en el mástil y unas pocas arañas que sin fuerza caen por el tronco delgado. No es en el rulo del cascabel donde está la armonía sino en el contemplar callado, con miedo, pero firme. Suspirar. Quiero tan poco; tengo tanto. Cuando de repente, me aparezco yo: pero no sabrás que me caigo. Jamás.
oOºoº