Cuando Mariano se despertó nuevamente solo atinó, aun con sus ojos prácticamente cerrados, a salir de la cama y dirigirse hacia la puerta de su habitación. No cruzó el umbral que separaba su cuarto de la escalera sino que decidió quedarse parado escuchando el silencio que dejaba oír una suave brisa que agitaba las hojas de los árboles en la calle. Todavía no había amanecido y el sol no mostraba sus rayos de luminosidad que él esperaba ver. De todos modos, bajó la escalera a oscuras para no despertar al resto de las personas que seguían durmiendo en la casa y sin hacer ruidos, una vez que llegó a la planta inferior, caminó hasta la cocina. Allí tampoco quiso prender la luz; se dirigió hasta la heladera, abrió la puerta y agarró una botella. Aprovechando la escasa iluminación que este artefacto le proveía a las cuatro de la mañana, encontró un vaso apoyado sobre la mesada que utilizó para servirse agua y tomarla. Estaba extremadamente fría y recordó las palabras de su mamá que siempre rezaban una oración de “tomá despacio si está muy frío o te vas a enfermar”. La misma madre que el día anterior lo había visto llorando ilimitadamente y ni siquiera le había preguntado qué le pasaba.
No era la primera vez que se despertaba a la madrugada esa noche sino que ya había bajado otras tres veces realizando el mismo recorrido que incluía unas sutiles variables tales como ir hasta el baño o bien, caminar hasta el living, acercarse a la ventana y mirar hacia la calle. Luego subía nuevamente a su cuarto, esperando esta vez quedarse dormido por completo en un sueño profundo que no lo altere hasta la mañana siguiente. Pero el objetivo se había truncado ya varias veces y parecía una vez más quedar coartado en sus fines.
Esta vez Mariano no subió nuevamente a su cuarto sino que cuando terminó su vaso de agua, lo dejó en la misma mesada donde lo había encontrado, cerró la puerta de la heladera que aun permanecía abierta y caminó hasta la entrada de su casa. Allí, decidió sentarse en un sillón ubicado frente al árbol de navidad que había armado un día después del 8 de diciembre. Suspiró lentamente en aquella calurosa noche y solo se dedicó a mirar aquel árbol encendido que mostraba unas pequeñas lucecitas blancas reflejadas en los adornos rojos y dorados que habían sido elegidos para decorar el pino. Recordó el significado que poseía que ese árbol se encontrara armado allí ese año particularmente, significado que jamás habría de olvidar por el resto de sus días.
Automáticamente no pudo dejar de pensar en el sueño raro que había tenido en ese fragmento de la noche que tomaba como escenografía el mismo living donde él se encontraba sentado. Solo que en ese sueño no se hallaba sólo: estaba acompañado por su novio y dos hermanos de éste; el más grande, unos años menor que él y otro más chico de apenas unos cinco años de edad, que estaba tirado en el piso, jugando. Recordaba el contenido del mismo y lo asociaba con otro de los sueños que había tenido al quedarse dormido por segunda vez luego de haberse despertado en la mitad de la noche. Estaba confundido y cansado al mismo tiempo como para hilar un razonamiento entendible que le permitiese explicar algo de lo que se había representado.
Volvió a suspirar y deseó imperiosamente terminar con su insomnio que lo aquejaba para poder descansar hasta la mañana siguiente. Mariano se paró, se acercó hasta el enchufe y desconectó la iluminación del árbol de navidad. Ya con su casa totalmente oscura, decidió subir nuevamente la escalera hasta su cuarto y se acostó en la cama. Si bien era una noche calurosa no pudo evitar taparse con sus sábanas, como solía hacer. Miró la hora y cerró los ojos. Una duda es la que cruzaba su cabeza en ese momento: ¿por qué? Sin querer encontrar una respuesta inmediata confió en la clarificación exitosa que habría de venir gracias al armado de una trama de significado que explique muchas de las cuestiones que lo aquejaban. Agradeció el hecho de estar acompañado por alguien que lo quería, como todas la noches hacía, y se dejó desbordar de sueño eterno con el fin de cumplir su objetivo propuesto: dormir hasta la mañana siguiente.